En mi modesta opinión, creo sinceramente que a esta novela le sobran
páginas. ¿Cuántas? Eso ya es cuestión de cada lector. Pocas o muchas,
sería una cuestión secundaria, pero que le sobran está claro, al menos
para este comentarista. La portada de l novela nos anuncia, a bombo y
platillo, el tema de la misma.

Nos pinta el autor una época a través de un personaje que se inventa y
que se transforma en protagonista y narrador de parte de los sucesos que
conmovieron Méjico a principios del S. XX, ahora, poco más o menos hace
un siglo (Pancho Villa muere asesinado el 20 de Julio de 1923). Ni qué
decir tiene que la pluma de Pérez Reverte hace revivir momentos
intensos a la par que históricos y humanos. Al lado encontramos otros
menos interesantes de modo que la novela, en conjunto, resulta un “sube
y baja”, una serie de ondulaciones que termina en un “crescendo” seguido
de una caída larga que es el epílogo.

Es novela histórica pero el autor ha querido utilizar un lenguaje florido y
lleno de “mejicanismos” los cuales, por un lado, le dan alegría al texto al
tiempo que nos demuestra que es perfecto conocedor de esa jerga que
tan bien conjugaba Mario Moreno “Cantinflas”; y, por otra parte, ese
mismo lenguaje enturbia la comprensión de lo que se está tratando, al
menos para los españoles de este lado del Atlántico. Sí, es verdad que el
lector termina por entender esa jerga, más o menos, y la deja de lado,
pasa de ella, atendiendo a lo fundamental. Creo que el autor se ha pasado
de la raya abusando de los “mexicanismos”, por querer lucirse, y que en
parte estropea el discurrir de la novela. Recordemos a este respecto,
aquello de “Lo bueno, si breve…”

En conjunto resulta una historia novelesca coherente con la historia del
país que parece arrastrarse hasta la actualidad. Entonces, en aquella
ocasión, la gente, el pueblo mejicano se “suicidó” queriendo cambiar las
cosas mediante una guerra en la que murieron inútilmente infinidad de compatriotas.

Una guerra que apenas si cambió algo las cosas. Hoy (es un
hoy que dura ya muchos años), ese mismo pueblo opta por la emigración
como medio de enfrentarse a los problemas, que deben ser poco más o
menos los mismos de entonces, agravados por el tema drogas.
Ésta es otra de las consecuencias de haberse leído la novela: conseguir
que el lector haga su propia autocrítica de aquel momento, que se expone
en el largo relato de P. Reverte, y del actual que hoy se ve a través de las
noticias, que nos llegan vía prensa y televisión.

Juan J. Calvo Almeida.