Se trata de un clásico, denominación que no alcanzan todas las obras ni todos los autores, y aunque Stefan Zweig escribió una larga serie de obras (el lector puede comprobarlo al final de la presente), quizá sea ésta la más señera o, al menos, la que más repercusión ha tenido a lo largo del S. XX y del actual.
El título aparece acompañado de un subtítulo: “Catorce miniaturas históricas”, porque realmente son catorce momentos vitales: el mundo se paró durante un momento, un instante, y luego cambió de dirección; dirección que se gestó en ese instante decisivo para la humanidad.
El texto de cada una de estas joyas implica o deja traslucir un profundo estudio del suceso que relata. Nada ha quedado al azar: ni la historia, ni los personajes, ni las repercusiones. Se nota a las claras que el autor investigó con profundidad sobre el momento en cuestión.
Los dos primeros capítulos son dos tipos de relato que sirven de modelo para el resto de la obra. Un momento personal, ejemplificado en Cicerón, y un momento comunitario con Constantinopla como protagonista.
Desde el primer momento, y me estoy refiriendo al prólogo, texto que no debe perderse el posible lector, éste cae en la cuenta de la calidad literaria del autor. Tan sólo es página y media, pero bien vale el tiempo empleado en leerlo. Y seguirá comprobándolo en todas y cada una de las páginas de la obra, pues la calidad no decae en momento alguno.
Las 14 historias no dejarán al lector indiferente, ya sea por el tema o por el simple gozo de leer o por ambas cosas a la vez. Al posible lector le esperan horas de disfrute ante este texto y animo, desde estas líneas, a la lectura de la citada obra. No se arrepentirá aunque piense “ya la he leído”. Reléala una vez más, por favor.
Juan J. Calvo Almeida.
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