No se trata de un libro de historia política donde se narran sucesos históricos de un pasado más o menos cercano como cabría pensar tras leer el título. Se trata, más bien, de un compendio de “historietas” sobre el mundo gallego, un ramillete de narraciones con sabor auténtico a la Galicia de mar, de tierra adentro y a ambas a la vez. Son relatos cada uno con su gracia y un trasfondo apenas perceptible. Tras la anécdota que abre cada narración se esconde el alma gallega, se descubre el ser y modo de entender la vida del gallego y de los gallegos en general. Y por en medio se asoma la casualidad, la tierra, Santiago, las meigas, la magia y la santa compaña. El gallego nace gallego y muere gallego aunque haya emigrado a Argentina o a Australia treinta o cuarenta años atrás y nunca se olvida de su Galicia.

Estas historias para entretener, y con mucho trasfondo, son como el testamento literario del autor. Aparecieron tras su muerte en 1.981 y se presentaron “en sociedad” a través de la radio. Puestas en papel el lector no tiene tiempo ni ocasión para aburrirse pues son relatos cortos (2, 3 págs. o menos) y siempre con una constante: un personaje popular gallego, quizás real quizás inventado, pero eso sí, siempre inspirado en el mundo gallego y en el ambiente popular. Personaje protagonista no se repite; su vida acaba con su narración. Son tantos cuantas son las historias, narraciones o cuentos que se relatan en un ambiente geográfico distinto como si el autor hubiera recorrido toda Galicia recogiendo, aquí y allá, las 67 historias que cuenta.

El lector, al final del libro, puede que quede insatisfecho porque se le ha acabado la lectura y por ende el caramelo; quizás desearía que éste fuera más largo para poder gozar un poco más de la genialidad de este autor gallego, nacido en Mondoñedo en 1.911 y fallecido en Vigo en 1.981.

Con esta obra el lector comprenderá por qué Álvaro Cunqueiro es ya todo un clásico y un referente de la cultura y literatura gallega y española.

                                                                  Juan J. Calvo Almeida.