Se trata de una película policiaca “sui generis” al tiempo que denuncia un estado de cosas en la América rural.
En una película policiaca “normal” se sigue un esquema ya sabido: aparece un cadáver, se identifica, se investiga vida obras y milagros del fulano o de la prójima en cuestión y se acaba descubriendo al asesino que termina entre rejas.
Pues en esta película no pasa esto. En primer lugar se habla de una chica que fue asesinada hace tiempo pero ni asomo del cadáver en algún fotograma. Tampoco se ve a la policía haciendo investigaciones. La última parte del esquema tradicional, por supuesto que no aparece y no se detiene a nadie.
¿Entonces?
Entonces ocurre que la madre de la chica asesinada lo que busca y pretende es que el crimen de su hija no se archive, que no pase el tiempo en balde y el crimen se vaya olvidando. Y para ello contrata tres vallas publicitarias en las que escribe tres frases lapidarias en negro sobre fondo rojo:
1.- Violada mientras moría. 2.- ¿Aún ninguna detención? 3.- ¿Cómo es posible, jefe Willoughby?
Los tres carteles inmediatamente levantan ampollas entre los miembros de la policía. Y el resto de la película se centra en acciones conducentes no a la resolución del caso, que sería lo lógico, sino en motivar a la policía para que actúe, a veces, con medidas un tanto drásticas.
La película, por supuesto no resuelve el caso de asesinato. Se centra en contar que el proceso para la resolución del caso se ha quedado estancado, que no avanza, que empieza a dormir el sueño de los papeles archivados. Y la protagonista empieza poniendo nerviosa a la policía con una serie de acciones, la primera de las cuales es la “propaganda” de las vallas publicitarias. Luego siguen otras acciones conducentes a la motivación policial. Si al final se resuelve el caso o no ya no importa; eso sería cuestión de contarlo en otra película, por ejemplo, porque en ésta la cosa queda en una indefinición.
Todo esto nos lleva a deducir que el film busca o proclama que la policía hollywoodiense es más falsa que un euro de madera, pues la realidad parece ser más cruda que lo pintado en otras cintas de corte policiaco donde la “poli” siempre gana. Parece ser que las estadísticas van en contra de ese halo glorioso con el que Hollywood rodea la actuación de la policía y la justicia. Claro que esto no se nos cuenta, salvo en casos excepcionales como el que nos incumbe. Así, pues, nos hallamos ante una denuncia de los fracasos policiales y más en el medio rural americano.
Lo que también resulta positivo es el tipo de actores (nada que ver con Gary Grant o Sofía Loren, por citar dos nombres): ni guapos, ni valientes, ni bien vestidos…
Para no alargarme más de lo debido, invito al lector de estas líneas a comprobar por sí mismo la validez de lo anterior así como la calidad de la cinta. Seguro que no se aburrirá.
Juan J. Calvo Almeida.
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