Me llevé un pequeño o gran chasco, según se mire. A mí me sonaba aquello de A RAPA DAS BESTAS y pensé que se trataría de algo relacionado con tal actividad o que se desarrollaría un tema en el que aparecería tal actividad lúdico festiva en la población de Sabucedo, provincia de Pontevedra. (Un rodeo de caballos salvajes para cortarles la crin y marcar los potros) Y sí: aparece una escena intentando entre tres hombres derribar un caballo. Y aquí se acaba todo parecido, de momento.

Seguidamente la escena cambia y entra la cámara en el bar de un pueblo con una partida de dominó entre gentes del lugar. Y entramos en la Galicia profunda, la Galicia rural, envejecida, despoblada, vaciada, deprimida económicamente, sin futuro; en resumen: pocos y mal avenidos.

De un cadáver, los buitres hacen festín; de estas aldeas semiabandonadas, poco menos que ya un cadáver económico y humano, las compañías eléctricas sacan una suculenta tajada. Si se vacían las aldeas, el territorio queda libre para instalar torres eólicas, molinos de viento con producción de quilovatios en vez de harina.

Ése, y no otro, es el problema que se dilucida entre las pocas gentes del lugar: unos, la mayoría, la ridícula mayoría de 8 contra la minoría, no menos ridícula, de tres. Unos que quieren vender todo, cobrar la indemnización y largarse a buscar otro medio de vida lejos de una agricultura o ganadería de subsistencia. Gentes hartas de pasar hambre, frío, necesidades, penalidades, estrecheces, sentirse abandonados por un Estado lejano y una Administración olvidadiza.

Y frente a esta mayoría, encontramos la minoría, los que no quieren marcharse, porque no quieren abandonar un modo de vida, su casa, sus recuerdos, su huerta, sus cabras… porque siempre han vivido allí o porque encontraron el rincón idílico con el que soñaron siempre; hartos de ruidos, humos, circulación, motores, semáforos y vida ajetreada siempre pendientes del reloj, hartos de vivir como máquinas, sin más horizonte que las fachadas de los edificios o las paredes de una fábrica.

Éste es el caso de un matrimonio francés que se ha instalado en la aldea gallega y que no está dispuesta a abandonar aquellos pagos por los que había soñado y que a fuerza de trabajo ha conseguido crear el idílico rincón en el que viven.

Una cosa es vivir en la naturaleza, postura muy idealizada entre personas que no tienen ni idea del mundo rural, y otra es vivir del campo, de la tierra, sin más horizonte vital que el terruño.

El enfrentamiento entre ambas posturas es llevado a sus últimas consecuencias en el film. En ese aspecto, As Bestas me recuerda un film español que rememoró los sangrientos sucesos de Puerto Hurraco. (Los hombres de una familia, escopeta en mano, asesinan a cuantos vecinos les salen al paso como un ajuste de cuentas por un pleito de lindes, en esta localidad de Badajoz.)

El espectador se va a encontrar con “cosas” que no se dicen en la propaganda oficial de la “peli”. Sí, la película está bien, pero menos de lo propalado. De entrada, el espectador ha de encajar toda una conversación en gallego-gallego, gallego popular auténtico y no entiende un “carallo” de lo que allí se dice. Ha de recurrir a la transcripción a pie de pantalla. Si lee se pierde la escena y si contempla la escena no se entera de lo que se está tratando. Menos mal que son pocos minutos.

 El espectador encontrará pronto que la cinta está demasiado oscura; que en las escenas se pierde parte de la ambientación por culpa de un cierto tenebrismo que afecta tanto a personas como a interiores o paisajes. Un magnífico castañar pierde todo su encanto por culpa de ese tenebrismo; una feraz vegetación de bosques apenas se deja entrever entre sombras y contraluces; interiores llenos de objetos dignos de figurar en un museo etnológico apenas son visualizados por el espectador porque pasan desapercibidos.

El guion da un giro y aparecen las relaciones familiares en la familia francesa. Su hija viene de visita y se encuentra con el panorama “enfrentamiento” lo que trae una nueva controversia entre una urbanita – la hija – y una rural – la madre-. Y de nuevo volvemos al problema del principio (la versión en off subtitulada pero ahora en francés-español).

Se pierde una magnífica ocasión para mostrar alguna de las muchas bellezas rurales de Galicia: bodas, romerías, fiestas, juegos, música… apenas aparece un mercadillo y, eso, momentáneamente. Los actores, qué duda cabe, bordan los papeles. Hay que quitarse la gorra o el sombrero ante su actuación. Cada cual está inmerso en su papel hasta el punto de dejar asomar el fondo del alma del personaje representado o interpretado.

La película se va deslizando desde el principio por la pendiente del enfrentamiento hasta llegar a un terrorífico final que nadie desea y que no por ello es menos esperado. La primera escena de la lucha por dominar la bestia, que es el caballo salvaje, cobra todo su sentido en una escena casi al final de la cinta. Es una metáfora del final cinematográfico.

Si la cinta ha obtenido 8 Goyas, es de suponer que es una buena película. Pero el tiempo dirá si lo es sólo entre las presentadas o nominadas y ganadoras de premio o,, por el contrario, lo es en calidad. ¿As Bestas alcanzará esa aureola que tienen películas como Bienvenido, Mister Marshall, Calabuig, Plácido…? Esa es una incógnita que el tiempo desvelará.

Juan J. Calvo Almeida.   ­­