Alcarrás existe y no es una invención, como cabría suponer; es una población catalana en la provincia de Lérida y a pocos pasos de la frontera con Aragón.

Cuando el espectador se levanta de la butaca, al final de la proyección, da un pequeño suspiro: ¡Por fin ha terminado! Y es que la peli se ha hecho laaaaaaarga en su duración y pesaaaaaada en el ánimo del espectador.

Los autores de la cinta han querido ser más catalanes que el Tibidabo; han metido más catalanismo que el que cabe en la cinta y el espectador termina por preguntarse qué han querido contarnos, en definitiva: ¿Costumbres catalanas, problemas agrarios, agresividad en las huelgas, resabios de la guerra civil, nuevas industrias, problemas generacionales, problemas familiares, hundimiento de la agricultura, problemas de drogas, fiestas y tradiciones catalanas…?

Porque de todo esto y algo más hay en la cinta. Tanto, que termina por aburrir al espectador quien hubiera deseado que le presentaran 2-3 aspectos del mundo rural pero bien contados y mejor narrados que todo este saco de problemas que terminan por aburrir al espectador y le hacen removerse incómodo en la butaca.

Intento fallido de exponer en la pantalla problemas, pues su enumeración no supone su solución; ni de todos ni de parte de ellos. Y mucho menos si se te pasa el tiempo en la exposición; entonces ya no te queda tiempo para la o las soluciónes.

Amigo espectador: descarte esta peli y siga buscando en la cartelera. Es mi recomendación.

Juan J. Calvo Almeida.