RESEÑA CINEMATOGRÁFICA. LUCY.
Nos hallamos ante una película cuyo tema central se basa en la mente humana y sus posibilidades.
– ¿Cuánto de nuestra mente, de nuestro potencial cerebral usamos? –  Pregunta el profesor de la Sorbona encarnado en Morgan Freeman.- Un 10% en el mejor de los casos. Y con ese pequeño porcentaje de nuestra capacidad cerebral hemos logrado llegar al mundo de hoy.
– ¿Y qué metas podríamos conquistar – sigue preguntándose el profesor – si ese porcentaje se incrementara en uno o dos puntos más?
Ésta es la base científica en la que reposa el guión del film. Lucy será la encargada de llevar a cabo el desarrollo de esa potencialidad y plasmarla en hechos concretos.
¿Y quién es Lucy?
Primero, es el nombre que se le dieron los antropólogos  a los restos craneales humanoides más antiguos conocidos y descubiertos en África Central. El desarrollo de aquel cerebro ha dado como resultado la humanidad actual.
Segundo: Se trata del personaje de la película, quien rememorando a la Lucy anterior es la mujer, encarnada por Scarlet Johansson, que empieza a desarrollar poderes especiales porque su capacidad cerebral va en aumento.
Nuestra heroína es secuestrada por un grupo mafioso dedicado al contrabando de drogas duras. La protagonista es transformada en “mula” de una nueva y potente droga, pero por un “accidente” una pequeña parte de la nueva droga pasa al torrente sanguíneo de Lucy.
En ese momento empieza un thriller en el que la protagonista, que ha aumentado su capacidad cerebral, ve desarrollarse sus posibilidades a todos los niveles y empieza una carrera hacia una superwoman quien  que hace que la ciencia ficción se dispare hasta límites insospechados. Esto consigue el efecto contrario al deseado: el espectador empieza a desengancharse del film deseando que éste termine de una vez.
Y lo hace, por fin, con un recuerdo – menos mal – a la Lucy de los primeros momentos de la humanidad.
En conjunto se trata de un cinta emocionante para los forofos del tema; para el resto digamos que mitad y mitad.
Los actores muy bien, pero es la historia quien falla, al menos, en su segunda mitad.
Juan J. Calvo Almeida