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DE LO ACONTECIDO EN MI REAL DESPLAZAMIENTO A LA VILLA DE BENAGUACIL
Hallábame yo ocupado en cosas menesterosas propias de mi rango y condición real, cuando recibí la invitación del Concejo de Benaguacil para asistir a una convivencia coral que se produciría el 30 de abril y 1 de mayo del año de nuestro Señor 2016.
Habida cuenta que desde mi residencia hay una jornada larga de desplazamiento púseme con gran denuedo a impartir órdenes que tal situación me creaba, pues no en vano había preparar hasta el forraje para los animales que nos transportarían, amén de viandas para el viaje y composición poética que de paso podría entregarle, pensaba yo, a alguna dama de buenas y apretadas carnes que siempre se suelen encontrar en estos lugares, para lo cual incluso pensé sería bueno en contar con la presencia de algún juglar y que en fechas posteriores dejara asiento escrito y cantado para la posteridad, de tal acontecimiento.
Pusímonos de madrugada en camino,mientras iba pensando qué diantres seria eso de ¨convivencia coral¨ a lo que me habían invitado y a base de darle vueltas a la cabeza, llegue a la conclusión de que tenía que ver ciertamente con algún misterio a lo que no estaban acostumbrados mis sentidos. En esas iba yo cavilando cuando dime cuenta de la frondosidad del paisaje que nos rodeaba por doquier y la feracidad de su tierra llana, con montañas a lo lejos que se veían y siendo que ya el sol se había levantado y prometía el tiempo no portarse mal con inclemencias intempestivas creí que sería bueno dejarme llevar de las percepciones sensoriales que me llegaban a través de las ventanillas del incómodo carruaje que nos transportaba, quise comunicarme con el palafrenero para ver si desde su privilegiada situación oteaba con seguridad horizontes más amplios que los míos y osé sacar la cabeza con tan mala fortuna que en uno de los vaivenes me llegasen las fragancias que por causas naturales veíanse obligados a desalojar del cuerpo los animales, no me quedó tan claro si entre medias iban también los de el que con manos diestras sujetaba las riendas.
Pensé que sería bueno dar instrucciones a mi secretario para que todo el paisaje que rodeaba las villas que íbamos pasando permaneciera tan cual en generaciones venideras, pues ciertamente creía que eran del campo las fragancias que mejor olían y acompañaban a los sentidos al solaz esparcimiento. Así también ordené no perdiera detalle de cuanto sucediera y es por ello el motivo de este relato.
Llegamos a la villa de realengo y tras subir no sin gran esfuerzo hasta casi la cima del monte donde esta situado el lugar de acogida, Santuario de Nuestra Señora de Montiel, pude comprobar que desde allí casi se tocaba el cielo por lo maravilloso de las vistas y la excelente acogida a nuestras personas que nos prodigaron las religiosas de la orden capuchinas .
Había ordenado la descarga de baúles en mi habitación situada en el piso mas alto, donde mejores vistas se tenían, cuando me llegaron cánticos celestiales que me condujeron hacia la parte de los jardines laterales al edificio, quedándome pasmado ante lo que mis ojos veían, pues se trataba de medio centenar de personas, entregadas con denuedo a seguir las directrices de una encantadora joven, que las adiestraba, con voz de alondra y con ejercicios que nunca había visto – ni pensé que eran propios de personas normales- y entonces razoné con mi juglar que quizás estaban poseídas de algún mal menor pues tan pronto, cantaban como se cogían las costillas, como soltaban soplidos intermitentes (a saber por donde) como en fila se ponían a palmotear los hombros, el cuello, la espalda, o ,a mover los brazos haciendo círculos o a enseñarte los morritos subiendo y bajando, cuando no a tocarse las orejas y otras cosas no menos extrañas, como poner el culo en pompa (lo que nos resultó harto esclarecedor) , que ciertamente les proporcionaba gran desahogo y bienestar a tenor de los gestos de satisfacción que mostraban sus semblantes. Mi juglar, hombre de mundo, convino conmigo en que posiblemente se trataría de un remedio para combatir la aerofagia.
La comida a base de croquetas y arroz caldoso con pollo y excelentemente condimentada con postres y bebidas por las monjitas vino a reparar mi cuerpo, un poco maltrecho de los traqueteos del viaje. Fue en el refectorio donde pude observar los valores y buen tono que reinaban en las mesas conversaciones de los allí convocados en un ambiente de alegre camaradería que seria bueno trasladar a cada casa en mi reino… ¿ seria eso la ¨convivencia¨? .
Llegado a la habitación en la hora de la siesta púseme a cavilar en torno a lo acontecido pues intuía que aquello solo era la antesala de otras experiencias.
De momento todavía no había conseguido entregar a ninguna moza mis emocionados versos y el hecho de que la anchura de mi cama apenas pudiera conmigo puesto de canto, me daba a entender de que esa convivencia nada tenia que ver con la que yo imaginaba.
A la tarde llegó Inmaculada, directora del grupo con un compañero suyo, Javier Tortosa al parecer gran compositor que pensé podría hacer grandes trabajos musicales en la Corte y tuvieron a bien dividir en dos partes al grupo y ensayar unos en la Capilla y otros en la sala de actividades.
Llegado el momento en que mis tripas empezaban a quejarse apareció una hermosa mujer, de nombre Teresa, llena de alegría con un montón de viandas exquisitas todas cuyas recetas puse a buen recaudo, especialmente la de los cordiales para generaciones venideras.
A las 9 las monjitas sirvieron una cena a base de menestra, chorizos, morcillas y longanizas de lo que dimos buena cuenta todos los asistentes, mientras se volvían a producir toda clase de alegres y distendidas conversaciones haciendo de la sobremesa otra de las experiencias agradables que anotar.
Me dejé llevar por el ambiente y quise integrarme en el grupo para mejor conocer su consustancialidad, acompañándoles otra vez a la sala de actos tomando asiento entre ellos cuando aparecieron quizás, venidos de otros tiempos, 4 personas con instrumentos desconocidos dos de ellas y otras dos cantando: Chiquitita no hay que llorar … inspiradísimas todas que hicieron las delicias de los asistentes que coreaban a la vez con ellas.. Si sorprendente fue esa actuación no lo fue menos las que siguieron a continuación con un colega mio inglés que , mira por donde, también quería colocarle unos versos a una tal Maria Blesing con juglar incluido, o la de un duo musical Pepa y Encarna de gusto exquisito, a las que siguieron dos geniales tangos del Sr. Alcantud, los chistes policromáticos de Paca, la simpar Teresa con su potente voz en La Maredeueta y acompañada de Pilar cantando no se qué tardes en un Hotel de Madrid con la gracia a raudales, Paz con sus sevillanas y sus soleás, el mismísimo Presidente con una balada, y un montón más de canciones populares cantadas al unísono que me hicieron disfrutar como poca veces conseguí en Palacio.El solitario catre me esparaba inmisericorde y en él me dejé caer abrumado por las sensaciones vividas, curiosamente sin echar en falta otros menesteres relegados a un 2º plano.
Amaneció y nos dispusimos a entregarnos sin más a un frugal desayuno que luego sería complementado con unas deliciosas pastas a media mañana entre ensayo y ensayo donde los directores pusieron lo mejor de si mismos para domeñar tan intrépidas voces y a fe mía que… casi lo consiguen, concretamente en el grupo en el me infiltré (bajos y contraltos) el Sr. Tortosa se empleó a fondo con rítmicos gritos y enérgicos gestos con pisotones al suelo y fuertes palmas, como en tiempos pretéritos ví realizar a los guerreros maoríes en momentos previos a la batalla . El ágape abundante y exquisito a base de salsa de pollo con ciruelas y ensaladilla rusa repuso nuestras fuerzas. Por mas empeño que había puesto no dispuse de tiempo ni oportunidad para la entrega de los citados versos y hube de conformarme en su lugar con los 30 besos que señoras de muy buen ver y de , alcurnia probada depositaron en mis mejillas, ciertamente ávidas de carantoñas, hasta que finalmente una de ellas depositó sus labios rojos y sedosos sobre los míos a la vez que deslizaba una nota en mis bolsillos mientras percibía un aliento embriagador cargado de promesas y su corazón palpitante junto al mio.
El trompazo que me dí contra el suelo hizo que volviera a la realidad y volvíme aturdido a encaramar al lecho reparando en que todo había sido un sueño y aún no había emprendido el viaje. Extrañado por lo vívido que todo resultaba y mientras ponía en orden mis pensamientos acerca de la misteriosa dama, introduje mi mano en el bolsillo y … allí estaba la prueba, allí tenia el papel doblado con su nombre y dirección y la promesa de que finalmente yacería con ella cuando quisiera .
Su nombre solo diré, por prudencia a tan respetable dama, que responde a las siglas E. S.S. y estoy en condiciones de afirmar que cumplió su palabra.
En San Antonio de Benageber siendo el día 2 de mayo del año del señor de 2016.
Alfonso L. Díaz Montes
Rey por la G.D.D.
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