Hoy 24-05-21, Cantoría Hipponensis vuelve al ensayo cotidiano de tenores y bajos y entre los asistentes ya no nos haremos esta pregunta cotidiana y constante: “¿Cómo sigue José Antonio? ¿Sabéis algo nuevo de Jose Antonio?”. Y es que José Antonio se ha ido, el Padre Celestial le ha llevado dulcemente a su seno. Pero es que amén de esta noticia nada risueña, otra persona del coro e igualmente de la cuerda de bajos, Francisco Esteve – cofundador de nuestro Coro – , igualmente ha sido llamado por el Señor.
No es fácil, evidentemente, traducir todos los sentimientos ante el fallecimiento de estos dos amigos en unas líneas, pero a ambos quiero recordarles con los versos interpretados por Gauchos 4 y que cantan así:
“… Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío
que solo lo puede llenar, la llegada de otro amigo.
Cuando un amigo se va, queda un tizón encendido
que no se puede apagar ni con las aguas de un río.
Cuando un amigo se va, galopando su destino
empieza el alma a vibrar porque se llena de frío.
Cuando un amigo se va, queda un terreno valdío,
que quiere el tiempo llenar con las piedras del astío.
Cuando un amigo se va, se queda un árbol caído
y ya no vuelve a brotar porque el viento lo ha vencido…”
Estoy seguro, que tanto Juan Antonio, como Paco Esteve, ya habrán recorrido el cielo, anunciando que muy pronto Cantoría Hipponensis, su coro, volverá a realizar algún concierto, sin contar con la aportación de sus cálidas y sencillas voces, pero siempre presentes entre todos nosotros que tanto nos ha ayudado a remar en el barco del canto coral para llegar a puertos inimaginables.
Ambos eran hombres sin grandes ruidos, sino de labor callada, pero siempre dispuestos a colaborar y hombres fieles a la ideología de Cantoría Hipponensis. En resumen, eran hombres íntegros que sabían de esfuerzo, de luchas y de perseverancia en la labor emprendida.
Escribo estas líneas abrumado por el pesar y lo afirmado anteriormente no es una fantasía quimérica, sino la realidad de dos personas que han sembrado muchas ilusiones entre nosotros y así como el que siembra vientos, cosecha tempestades, los que siembran ilusiones siempre cosechan frutos maravillosos.
Para ambos, José Antonio y Paco, “adiós con el corazón, que con el ama no puedo”.
Juan José Davalillo
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