XXXVI CARTA DE EUTERPE, MUSA DE LA MÚSICA, A LOS COMPONENTES DE CANTORÍA HIPPONENSIS
Hace muy pocas fechas habéis comenzado un nuevo curso musical. Os está esperando otro proyecto polifónico diferente al del año pasado en vuestras carpetas corales elaborado previamente y es que así es la vida en su continuo devenir que hasta Séneca afirmaba que “el fin de un trabajo es el inicio de otro”.
Este nuevo proyecto musical, me imagino, – dejando al margen opiniones y gustos personales, porque nunca llueve a gusto de todos – es al que habrá de dedicar el tiempo de nuestros ensayos, porque según el pensamiento de Edmund Burke, “ningún grupo puede actuar con eficacia si falta el concierto; ningún grupo puede actuar  en concierto si falta la confianza; ningún grupo puede actuar con confianza si no se halla ligado por opiniones comunes, efectos comunes e intereses comunes”.
Con este XXXVI carta dirigida a vuestra atención, difícilmente os puedo decir puntos de vista que no os haya dicho o insinuado en cartas anteriores, porque la vida coral tiene unos principios inamovibles y de ellos creo que os he mencionado muchas facetas; pero permitirme, una vez más, que vuelva a daros algo de luz en alguno de ellos.
Y es que el integrante de un coro se siente parte de un todo. En un coro, glosando la imagen del humorista Alvaro de la Iglesia, no puede haber almejas. Él lógicamente no se refería, al molusco marino de tanto sabor. El se refería a que en un coro no pueden existir, almas pequeñas; todas tienes que ser  almas, almejas fuertes y que han resistido la bravura del mar. El protagonismo particular – aquí si porque luce y me ven,  me siento animoso; hoy no, porque simplemente llueve, hace frío o no me apetece – es puesto en función del grupo que es el objetivo fundamental.
En un coro todos sois estrellas cuando cantáis, al mismo tiempo que todos renunciáis al papel estelar para que resulte una armonía. Y esta armonía ni se alcanza sin el esfuerzo del ensayo diario, de realizar la tarea fea y a veces aburrida de ir aprendiendo con dominio absoluto cada pentagrama de la canción y el único camino para realizar este objetivo es la fiel permanencia en las horas fáciles y en las difíciles, cuando luce el sol y cuando llueve y es que verdadero es el pensamiento de León Dandi de “que solo son capaces de realizar los sueños, los que, cuando llega la hora, saben estar despierto y bien preparados”. Y estar despierto es: asistir a los ensayos con lluvia, sol y nieve; centrarse en las orientaciones de la directora; saber callarse a tiempo y no hablar a destiempo y es que tenía mucha razón José Martí al decir que:  “nuestro trabajo es cantar todo lo bello, encender el entusiasmo  por todo lo noble, admirar y hacer admirar todo lo grande”  y todo eso se puede conseguir con una responsabilidad personal y colectiva. ¡Ojalá pudiera sugeriros otros caminos!
Una vez más es necesario repetir que nadie es imprescindible y si que todos somos necesarios porque todo los coralistas tienen algo que aportar al grupo, generando un gran respeto entre si. No hay en un coro ni buenos, ni mejores, hay una unidad que se consigue y cimenta, robustece y florece en la labor del ensayo, en el yunque de golpear cada uno con la fuerza personal y todo ello sin esperar nada de ayuda del vecino.
Que todos estos puntos de vista – no olvidéis que son pilares inamovibles – os sirvan de apoyo al comenzar este nuevo periodo musical donde el empuje de todos lleve la barca de la polifónia a mares desconocidos y que son los elementos que safisfacen, enorgullecen y dan alegría a los espíritus.
Os quiere, no lo dudéis,